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Mi gran amor I

Mi gran amor

Sin duda alguna, lo prohibido es lo que más nos gusta a todos, o bueno, por lo menos a muchos de nosotros.

El querer algo que nos es imposible o por lo menos, muy difícil de obtener, le da ese grado de excitación extra a una situación que por si sola, ya es tremendamente excitante.

A mis 18 años de edad, había cultivado los últimos años de mi vida, una pasión verdaderamente enfermiza por mi hermana mayor.

Ella era bella de verdad. A sus 22 años, estaba convertida en un verdadero cromo de mujer.

Alta, con una personalidad avasalladora, facciones muy finas, senos medianos, una cintura breve, caderas totalmente proporcionadas a su espigado cuerpo y sin duda, las mejores piernas que he visto en mi vida, largas, torneadas con tobillos y pies perfectamente moldeados y desde luego, en conjunto, la mujer mas sexy que podía existir.

Si sus medidas no eran perfectas, créanme que estaban muy, pero muy cercanas a serlo.

Ella era una obsesión para mí. Mi vida sexual era muy difícil, ya que ninguna mujer, por bella que fuera, me daba la satisfacción al hacerle el amor, que me brindaba el solo masturbarme hasta el cansancio pensando o viendo a escondidas a mi hermana.

No pueden imaginarse el suplicio que significaba para mí, verla con ropas minúsculas al estar en casa.

Blusas cortas sin brassier, que dejaban ver sus extraordinarios senos coronados con pezones obscuros y duros, y con pequeños pantaloncillos que dejaban admirar sus preciosas extremidades inferiores o algunas veces, permitiendo observar que portaba un pequeño calzoncito que se perdía entre sus monumentales nalgas.

Obviamente, yo le conocía el cuerpo a las mil maravillas. La había espiado infinidad de veces al bañarse, al cambiarse de ropa, al estar plácidamente dormida, pero nunca, me atreví ni siquiera a rozarla o tocarla por el respeto que le guardaba por ser mi hermana, conformándome con colocar una pequeña cámara de vigilancia en la entrada del aire acondicionado de su recámara para observarla mientras dormía.

Ella, a pesar de que por su belleza, era tremendamente asediada por hombres de todas las edades, no tenía una pareja estable, ya que dedicaba su tiempo totalmente al estudio, lo que me permitía gozarla visualmente por largos períodos de tiempo.

Una noche, al llegar a casa, después de haber estado con mi novia en turno, me dirigí a mi habitación ya que por la hora, todos en casa estaban ya durmiendo.

O al menos eso creí yo. Al pasar por la puerta de la recámara de mi hermana, me pareció oír ruidos extraños en el interior. Me había parecido oír un ahogado gemido.

Rápidamente pero sin ruido, entré a mi habitación, que por estar continua a la de ella y en un acto de verdadero deseo enfermizo, desde hacía dos años, había grabado a través de la camarita de video sus salidas del baño totalmente desnudas o el excitante ritual de vestirse, lo que me permitía masturbarme casi diario con su imagen.

Al encender el aparato reproductor, lo que mis ojos vieron por poco hace que yo me viniera de inmediato. Mi preciosa hermana, se encontraba totalmente desnuda, tumbada bocarriba en su cama, con sus preciosas piernas abiertas y apoyadas en las puntas de sus preciosos pies.

Un artefacto de tamaño mediano entraba y salía de su vagina con ritmo acompasado, mientras su otra mano pellizcaba una y otra vez sus erectos pezones.

Su pecho abundantemente sudado, sus reprimidos gemidos, la velocidad con que metía y sacaba el juguete de sus entrañas , el ritmo acompasado de sus caderas, así como la posición de piernas y pies, me hizo llegar a la conclusión de que su rutina masturbatoria tenía ya un buen rato de duración y que estaba gozando hasta el cansancio..

Mi erección era tremenda. Sin pensarlo, saqué mi parado miembro de entre mis ropas empezando a masturbarme placenteramente, sin darme cuenta por mi estado de excitación, que estaba yo grabando esa deliciosa imagen que hizo me viniera salvajemente.

Todavía tardó un buen rato en terminar de disfrutarse, viniéndose una y otra vez. Al quedarse dormida totalmente agotada y relajada, fue cuando me di cuenta, que en un videocasete tenía yo una verdadera joya de la pornografía.

No dormí el resto de la noche.

Me masturbé de nuevo gozando la película que involuntariamente había grabado, y pensando lo delicioso que hubiera sido entrar a esa habitación en ese momento.

A la mañana siguiente, yo desayunaba tranquilo cuando apareció ella en la cocina, vistiendo una ligera pijama de dos piezas, que aunque de mangas y pantalón largo, por lo delgado de la tela, dejaba adivinar que no tenía absolutamente nada debajo de la ropa.

Viéndola moverse mientras preparaba sus alimentos, recordé lo que esa finura había hecho unas horas atrás y mi excitación empezó a tomar forma de nuevo.

Después de tantos años de deseo reprimido, tenía yo alguna forma real de poder dominarla.

Ella, con su comportamiento habitual, se sentó a desayunar frente a mí, platicando de trivialidades cotidianas. Estábamos solos. Todos ya habían salido de casa, lo que de pronto sin pensar lo solté:

–Es delicioso masturbarse, verdad??—

El alimento se atoró en su garganta y abriendo los ojos con verdadera sorpresa preguntó:

–Que dices??— No entiendo a que te refieres—

Mira—le dije—claro que sabes. Es necesario que te relate a fondo lo que hacías ayer por la noche??—

–Yo no hice nada!!—me gritó verdaderamente molesta al tiempo que se levantaba y se encaminaba de nuevo a su habitación.

Yo también me fui a la mía, convencido de que mi plan había fracasado, cuando oí que tocaban a mi puerta.

–Porque me dices eso??—me preguntó al abrir la puerta.

Pasa—fue todo lo que contesté, sintiéndome de nuevo dueño de la situación, e invitándola a sentarse.

Sin contestar sus preguntas, coloqué la cinta que había grabado la noche anterior, sin dejar de mirarla a los ojos.

Su reacción fue una mezcla de sorpresa y pena. Me recriminaba una y otra vez por haber violado su privacidad pero no apartaba la vista de la cinta.

Mira—le dije—sintiéndome triunfante y con una erección descomunal. –Desde hace años yo también me he masturbado pensando en ti una y otra vez. Creo que no tienes de que preocuparte si te portas bien conmigo. Pero si no, esa película navegará libremente por Internet. Que te parece??—

–Estas loco—comentó verdaderamente enfurecida. –Eres mi hermano—completó, al tiempo que levantándose se dispuso a salir.

–No te obligaré a nada,–le dije— pero te recomiendo que estés pendiente de las páginas de e-mail, ya que empezaré por enviarla a mis amigos, que también se masturban pensando en ti–.

Esto último la detuvo en seco. Mi excitación fue suprema cuando con ojos llorosos me preguntó que tenía que hacer.

No le contesté. Me acerqué a ella, y apoyando su espalda contra el marco de la puerta, puse mis labios sobre su boca, mientras frotaba mi abultado miembro a su pelvis.

Si bien es cierto que ella me dejó hacer, su apretada boca y su ceño fruncido eran señal inequívoca de que no le agradaba para nada la situación.

Mi lengua consiguió que separara un poco los labios, lo que me permitió introducirla en su boca, y enroscar su lengua con la mía.

Ya una de mis manos, se había posado en su entrepierna por encima del largo pantalón de pijama, comprobando lo que pensaba antes. No tenía nada debajo.

A pesar de que su mano agarraba fuertemente mi muñeca, tratando de retirar la mano invasora, el apasionado beso empezó a dar sus frutos, cediendo poco a poco a mis manejos.

Sin dejar de acariciarla, la fui llevando hacia mi cama tendiéndola completamente bocarriba y desnudándome rápidamente, me tendí junto a ella.

Tomando una de sus delicadas manos, la obligué a que agarrara mi enorme pené, que ya para entonces goteaba secreción blanquecina copiosamente.

Que enorme la tienes—me dijo con voz de asombro y excitación. –Así me pones únicamente tu—le contesté.

Esta declaración yo creo que le agradó sobremanera porque todo el pudor que demostraba hasta ese momento desapareció de repente.

Quitándose la camisa de pijama, se incorporó para poder llegar con su boca a mi miembro chupándolo golosamente.

Creo que alcancé la gloria en ese momento. Era una maravilla ver a esa preciosidad de mujer, tan deseada, mamando golosamente una verga, pero que además era la mía.

No pude más y un chorro abundante salió hacia su boca, haciendo que la leche escurriera por la comisura de sus labios, por no poder tragársela toda.

Saqué mi chorreante pene de su boca, y tendiéndola de nuevo en la cama, le quité los pantalones dejando al descubierto una rajada perfectamente cuidada y con vello púdico cuidado pero abundante.

Separé sus preciosas piernas, y perdí mi lengua en el interior de su vagina, encontrándola verdaderamente mojada por sus jugos.

Encontrar el erecto clítoris fue cosa sencilla, por lo que dediqué mis esfuerzos a lamerlo, chuparlo, mordisquearlo, lo que hizo que ella se excitara al máximo, gimiendo como loca, moviendo sus caderas al ritmo de mi lengua hasta alcanzar un orgasmo impresionante.

Ya para entonces, mi pene había alcanzado de nuevo su estado eréctil por lo que aprovechando que ella estaba todavía teniendo los últimos espasmos de su fuerte orgasmo, mi miembro inflamado al máximo, se perdió con gran facilidad en sus entrañas.

Ella me recibió enroscando sus preciosas piernas a mi cintura, acompasándonos en un movimiento verdaderamente exquisito. Parecía que habíamos cogido muchas veces antes.

Entrar y salir de su vientre, lamer hasta el cansancio los erectos y duros pezones, morder sus labios y su cuello, así como sobar con ambas manos piernas y nalgas, hicieron que se viniera una y otra vez , mientras la cambie de posición varias veces..

Créanme que tantos años de espera valieron totalmente la pena.

Puse sus piernas en mis hombros, la puse de a perrito, con las piernas hacia un costado, dobladas hacia ella, en fin, me la cogí una y otra vez, hasta derramarme abundantemente dentro de ella que no tenía fuerza ni para moverse. Sólo gemía y gemía, viniéndose a cada cambio de pose.

Nos dormimos abrazados profundamente, hasta que desperté sobresaltado pensando que alguien podía vernos si llegaba, pero ya ella no estaba, y mi cuarto estaba cerrado.

Al buscarla descubrí que solo quedaba de ella su olor en mi cama y en mi miembro, ya que astutamente había sacado no sólo la pijama, que era lo único que llevaba puesto, sino la cinta comprometedora que había sido vehículo para saciar mis instintos..

Lo que se enteraría después, es que apropósito, había yo grabado el encuentro, lo que me permitió gozarla una y otra vez posteriormente a pesar de su inicial molestia y posteriormente sus súplicas..

Lo platicado, ocurrió hace 18 años. Hoy yo tengo 36 y ella 40. Ella se casó, tiene 3 hijos y yo sigo soltero totalmente enamorado de mi propia hermana, la cual sigue siendo mi amante y la sigo haciendo mía cada vez que quiero.

Cabe mencionar, que después de tantos años de esta incestuosa relación, si bien es cierto que mi hermana sigue estando en desacuerdo, ya no tengo que obligarla.

En otra ocasión tal vez les cuente, su noche de bodas que minutos antes de partir hacia su luna de miel y en plena fiesta, me la cogí rabiosamente. Por cierto, esta fue la primera vez que la penetré analmente.

Por ahora, me despido.

Continúa la serie Mi gran amor II >>

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