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Familia compenetrada II

Familia compenetrada II

Explicaré a lo largo de esta historia, la experiencia que disfruté con mi hermana por primera vez que practicamos el sexo.

Fue algo insuperable o así me lo pareció a mi en ese momento.

Tras la experiencia relatada en otro capítulo anterior dedicado a mi especial familia, por fin se presenta la ocasión de experimentar con mi hermana, las mismas o parecidas sensaciones que ya había tenido con mi madre, como relataba en la historia aludida.

Mi hermana, de 17 años, ya contaba con la amplia experiencia de 4 años anteriores de prácticas con mi padre, de modo es que no tendría que preocuparme por la técnica mas adecuada para iniciarnos juntos en los placeres de la carne.

Por otra parte, mi madre en las 24 horas antes, me había enseñado mas que suficiente como para garantizar el éxito de esta nueva experiencia, que debía ser perfecta.

Al parecer, mientras yo estaba aún dormido en la cama de mi madre y agotado por la intensa noche pasada, mi madre y mi hermana diseñaron la estrategia para propiciar un encuentro inicial inolvidable y las diferencias surgían cuando mi madre insistía en participar activamente en la sesión, mientras que mi hermana le pedía que la dejase sola, al menos, durante la mañana.

El arreglo final lo relataré pormenorizadamente, pues no tiene desperdicio alguno.

Yo me sentía agotado o, mas bien, muerto de sueño debido a las pocas horas que había dormido. Supongo que me dormiría sobre las 3 de la madrugada y tras haber estado fornicando con mi madre toda la noche desde las 9 aproximadamente y con ligeros lapsos de descanso.

Llegaron las dos a mi habitación y me terminaron de despertar. Mi madre vestía su habitual bata de siempre y mi hermana de calle, con sus pantalones vaqueros ceñidos, un top que mostraba su ombligo y unas botas camperas cubiertas por el pantalón, pues había estado el fin de semana en una finca en donde también había caballos.

Tanto mi madre como mi hermana sonreían con picardía cuando se dirigieron a mí. Habían levantado la persiana de la ventana y la habitación se inundó de luz.

Comenzó mi madre diciendo: “Que sepas que tu hermano ha entrado de lleno en la congregación y se ha portado, en su bautismo de fuego, como un hombre hecho y derecho.

Quizá hubiese sido conveniente integrarle antes, pues está del todo maduro para afrontar esta relación.” Yo aún no reaccionaba, pues tenía mucho sueño, a pesar de que eran las 1000h aproximadamente.

Mi hermana, con su habitual lenguaje dijo:” Jo, que morro.

Vosotros tenéis el derecho de pernada.

A mí me hubiese gustado estrenar a mi hermano, vale?” Mi madre sonrió y le dijo a mi hermana que ya nos llegaría el turno cuando fuésemos padres.

Mi hermana, en su habitual tono protestón, replicó. “Y si no me caso? Y si no tengo hijos?” Mi madre le dijo que ese era su problema y que se callase y fuese a cambiarse y darse una ducha, la obsesión de mi madre.

A mí me mandó también levantar y a la ducha. Mientras ella prepararía el desayuno.

Mi hermana salió delante de mi madre y yo me levanté y me puse mi pantalón corto, pues los calzoncillos no los encontré.

Me fui directo a la ducha y allí, cuando estaba lavándome la cabeza y con los ojos cerrados, sentí que alguien cogía mi pene, lo cual me sobresaltó tanto, que casi me resbalo y me caigo en la bañera.

Era mi hermana, quien me sujetó para que no me cayese y se rió de su ocurrencia.

Yo le reproché su mala acción y ella me abrazó fuerte. Estaba tan desnuda como yo, por lo que nuestros sexos entraron en contacto por primera vez.

Mi pene se puso erecto en un momento y mi hermana bajó la mano para palpar sus dimensiones, haciendo una exclamación de admiración y placer, sin duda pensando lo que le esperaba.

Debí pensar que algo así tramaban mi madre y mi hermana, sobre todo cuando nos mandó mi madre a la ducha, pero no se me ocurrió que se refería a juntos, claro.

No esperó mucho mi hermana, al contrario que mi madre que le encantaban los preámbulos.

Ella, rápidamente, me cogió el pene y sin darle tiempo a coger su extensión total, se lo introdujo en su vagina, lo cual fue fácil, pues ella es un poco mas alta que yo y su conejito estaba completamente húmedo y blando, también estaba a una temperatura que me pareció excesiva, en relación con la de la vagina de mamá.

Puede ser que fuese del jabón o de un flujo vaginal intenso, pues la notaba ardiendo de pasión y temblorosa.

Me impresionaron sus pechos, duros y firmes, con unos pezones apuntando al cielo. Me recordaron los pitones de los toros.

Comenzó a jadear y a decirme “hermanito, fóllame, hermanito fóllame… ay, ay, así, así, me corro, me corro…..” y cosas así. Yo estaba violento, pues estaba seguro que nos oirían en el patio y como poco, mi madre que estaría cerca y me daba algo de vergüenza.

En un instante mi hermana se corrió y yo, con este ímpetu y con la novedad de conejo nuevo y tetitas nuevas, también.

Apenas duró el polvo diez minutos, pero lo pasamos en grande los dos.

O así parecía. Mi hermana me apretaba contra ella sin permitir que recogiese mi sable, y disfrutamos los dos de un orgasmo largo e intenso.

Yo volvía a notar las características contracciones de su vagina en mi pene, algo que me transmitía su placer a mi propio orgasmo.

En fin, es cierto que esta nueva experiencia prometía ser el preludio de una relación maravillosa.

Después de asearnos salimos del baño, ambos desnudos y yo fui a mi cuarto a por ropa interior limpia y un pantalón de pijama. Mi hermana pasó a su dormitorio.

Yo salí antes que ella y fui a la cocina, en donde me esperaba mi madre con el desayuno, pero con la picardía e ingenio habitual, me dijo: “Vaya, creo que ya has desayunado, no?. Que tal con tu hermana, bien?” Yo asentí sin entrar en detalle y me senté a comer algo.

Mi madre continuó hablando y me dijo: “Supongo que no ha sido como conmigo, pero no te preocupes; ella es mas joven y su pasión, mas intensa, la hace mas impulsiva. Cuando lo hayáis hecho varias veces mas, se le pasará la atracción de la novedad y disfrutareis de encuentros mas largos e intensos. Yo colaboraré para que aprendáis bien”.

Mi hermana llegó a continuación y su atuendo dejaba en pañales los de mi madre del día anterior. Lucía un sujetador pequeño que apenas le cubría el pezón, en color rojo y con encajes.

Luego una braguita, también roja, en conjunto con el sujetador, y de igual de reducidas dimensiones.

Las medias, iguales que el resto de ropa interior, se sujetaba con unas ligas negras también de encaje y, rematando el conjunto, traía puestos unos tacones negros muy finos, que la hacía parecer mucho mas alta que yo. También se había pintado los ojos, la cara.. .etc., y parecía una artista de esas revistas de la tele.

En esta ocasión se transparentaba claramente su vello púbico, incluso los labios mayores sonrosados, pues el vello era muy escaso, corto y ligeramente rubio.

Yo diría que estaba depilada. La verdad es que no le podía quitar ojo de su entrepierna y ella lo sabía y le gustaba, era evidente.

Mi madre nos sirvió como siempre el desayuno sin hacer aprecio alguno de estas miradas y sonrisas coquetas de mi hermana.

Se sentó a mi lado y sospeché que no me dejaría desayunar tranquilo y tenía hambre.

Durante el desayuno, en dos o tres ocasiones me cogió mi mano y se la llevaba a su vagina ardiente, algo que le reprochaba mi madre cuando nos veía, diciéndole a mi hermana que fuese paciente y que las manos van al pan.

A mi me encantaba tocarle su agujerito hirviente y le metía los dedos hasta donde me llegaban.

Ella se encendía de pasión y creí, en dos o tres ocasiones, que iba a imitar a mi madre el día anterior.

Comimos bien los dos y mi hermana, sin recato alguno, se acercó a mí, cogiéndome de la mano y tirando de mí, me dijo: “Hermanito, vente conmigo que te voy a follar enterito!!”. Mi madre, reprochándole el comentario, sonrió y me hizo señas de que la siguiese, diciendo: “Andad, sí, que veo que tu hermana te viola aquí mismo.

Fuimos a su dormitorio y me dijo que le apetecía follar conmigo en todas las habitaciones de la casa, incluidas las dos terrazas, el garaje y el trastero. Me preguntó como me gustaría hacerlo ahora y yo le dije que quería hacerlo con esa ropa puesta.

Ni corta ni perezosa me dijo que me desnudase y me tumbase sobre su cama y ella salió un momento de habitación. Regresó al instante y yo ya estaba con la verga en posición de perfecta revista.

Mi hermana, dando un salto que casi me parte el pene, se montó como a caballo sobre mí, y riendo me dijo “Arre caballito. A trotar!”.

Se fue colocando adecuadamente para facilitar el coito y vi que había cortado la braga, a la altura de su vagina, abriendo una gran raja que permitía mi penetración sin quitarse esa prenda.

Me sorprendió su ingenio y ella, preguntó si me gustaba su invento.

Por supuesto le dije que me encantaba y que así, con lo cachondo que me ponía esa ropa, podría aguantar otros 2 o 3 polvos.

Ella sonrió y me dijo que prefería uno de 2 horas a 2 de una hora cada uno, pues “después de que nos corremos los hombres, se nos queda el pito como un pimiento morrón”.

Pensé que aludía a mi padre, pues fuera de casa no nos estaba permitido nada, pero esperaba poder demostrarle a mi hermana lo contrario.

Como digo, se sentó sobre mi pene y comenzó a trotar rápidamente. Era evidente que le gustaba la velocidad.

A mí me daba lo mismo, pues después del polvo anterior en la ducha, ya estaba algo mas relajado y, sin menguar la dureza de mi pene, sí había menguado mi pasión por la novedad de mi hermana. Ahora lo haría mas largo e intenso.

Mientras mi hermana “me violaba” como me dijo, yo pensaba en lo distintas que eran mi madre y ella; aquella con un control total, ésta con un ardor incontrolado, buscaba un orgasmo tras otro rápidamente, mas frecuentes, pero menos intensos que los de mi madre.

Me extrañó que mi madre no acudiese a nuestro lado, pero debieron quedar de acuerdo en que por la mañana era para mi hermana en exclusiva y por la tarde… ya se vería.

Mi hermana volvía a decirme cosas soeces y palabras malsonantes relacionadas con el gusto que le daba, con la poya que tenía dentro, que le metiese mi poya hasta sacársela por la boca… en fin, un lenguaje que yo no le había oído nunca, pero dentro de su estilo de lenguaje habitual, aunque lógicamente sin llegar a esos términos, salvo en estos momentos de éxtasis en los que perdía todo control.

Noté chorrearme de nuevo los testículos y los muslos y mi hermana daba saltos tan altos que en dos o tres ocasiones se me salió el pene de su vagina, por lo que tuvo que parar y reconducir el sable hacia su funda.

Estaba claro. Se corrió sin control alguno y sin el cuidado de prolongar en lo posible el mejor momento del orgasmo.

Tras descansar unos minutos sobre mí y sudando, minutos que aproveché para quitarle el sujetador y manosear sus tetas a placer, me preguntó si me había corrido yo también, indicándole que no.

Ella se alegró, pero me preguntó si es que no me daba gusto follar con ella.

Yo le dije que muchísimo, pero que estaba algo exhausto del día anterior y que, además, prefería controlar un poco para no agotar la pila.

Ella rió y me dijo: “Cojonudo, así estaremos follando mas rato. Vale?” Asentí y se desprendió de mí.

No se preocupó ni de limpiarse ella ni de limpiarme a mí, pero colocándose a cuatro patas sobre la cama, me dijo que la penetrase desde atrás, pero que apretase muy fuerte con empujones violentos, que así le gustaba mucho mas.

Yo no lo dudé; le bajé las bragas –o mas bien la cinta que recorría su trasero-, hasta medio muslo y vi como aún le chorreaban los muslos del orgasmo que aún disfrutaba.

Con la punta de mi pene le recorrí la pierna hacia arriba y sin penetrarla, le restregué mi pene, a punto de explotar, por su vagina y su ano, algo que pareció gustarle mucho; traté de penetrarla por detrás, suavemente, esperando su conformidad o silencio y, de repente, me dijo: “Bueno, me la vas a meter o no?” Ya no esperé más. Le di un gran empujón y al segundo estuvo mi verga, al completo, dentro de su culito respingón.

La penetración fue algo dificultosa y creo que algo dolorosa para ella, a juzgar por un largo quijido entre doloroso y placentero que la hizo levantarse y quedar de rodillas como yo.

Me pidió que le tocase las tetas y el coño, algo que hice en el acto, a la vez que comenzaba el habitual vaivén de mi pene en su nuevo agujero.

Mi madre, al ruido del grito de mi hermana, apareció en ese momento en la habitación, con cara de susto que tornó en alegría al ver nuestros progresos.

Mi hermana creo que no se llegó a enterar, pero yo casi me quedo frío de la vergüenza que sentí al ver como mi madre nos había sorprendido.

Me parecía obscena la variante que estábamos practicando, pero ella me dijo solamente que lo hiciese con suavidad, pues podríamos hacernos daño si no utilizábamos algún lubricante.

Salió discretamente cerrando la puerta tras de sí y yo seguí con mis movimientos de cadera disfrutando de esa nueva experiencia a la vez que le hurgaba el coño a mi hermana, especialmente su clítoris, sorprendiéndome lo duro que puede llegar a ponerse, lo que a ambos nos volvía locos. Sus tetitas también recibieron el masaje intenso de mi lujuria.

Nuevamente sentí que el flujo de mi hermana le bajaba por el muslo y supuse que se iba a correr de un momento a otro, pues su respiración se hacía mas intensa y rápida y jadeaba ya en voz alta sin recato alguno.

Yo me corría también y me apetecía hacerlo a la vez que mi hermana, pero controlé la situación y sacando mi enorme pene de su trasero, le di la vuelta a mi hermana, que se sorprendió y mostró un cierto enfado por esta brusca interrupción, y la empujé suavemente indicándole que deseaba follarla por el conejito.

Ella se abrió de piernas en el acto y en el acto igualmente, me lancé sobre ella y creo que le atravesé con mi pene, pues su dimensión daba para ello.

Al momento los dos estábamos moviéndonos con violencia y perfectamente sincronizados, yo procurando tocarle, en cada vaivén, con la punta de mi pene su clítoris, que yo sentía perfectamente y ella gozaba intensamente… traté de parar un rato y controlar para alargar el momento y el orgasmo, como hacía mi madre, pero lejos de parar, acelerábamos ambos y nuestros gritos de placer se unían en un solo quejido igualmente sincronizado, hasta que ambos nos corrimos en un orgasmo que me pareció único hasta ese momento.

Mi hermana gritaba: “Noto tu lechita en mi coño, así hermanito, así, lléname de lechita!!” Claro, yo deliraba.

Poco a poco fue bajando la intensidad de nuestros movimientos rítmicos y yo comencé a sentir un ligero dolor en la espalda, por donde mi hermana me tenía abrazado, suponiendo que me habría clavado sus uñas mientras hacíamos el amor, pero esperé disfrutando de los latidos de placer de mi hermana que me transmitía a través de su vagina, apretando mi pene dentro de ella.

Así estuvimos posiblemente 10 o 15 minutos, y aún sentía sus latidos en mi menguada verga.

Ella seguía moviéndose y obligándome a mí ha mantener un cierto movimiento decreciente en intensidad y velocidad, pero provocando que mi pene, a cada impulso, le rozase su clítoris ardiente. Yo sudaba intensamente y mi hermana mucho mas.

Pensé en la cama que íbamos a dejar. Por fin me separó de ella levantando con sus brazos mi pecho sobre el suyo aún y con una amplia sonrisa de satisfacción me dijo: “Hermanito, de estos polvos vamos a echar por lo menos dos diarios; vale?”. Asentí con la cabeza sin ánimo de pensar en repetir, aunque confieso que yo quedé totalmente satisfecho igual que ella.

Cuando me separé de ella totalmente y me acosté sobre su cama boca arriba, ella sonrió al ver mi pene completamente caído sobre mi pierna derecha y con una gotita de semen en su extremo y sin fuerzas para levantarse, como yo, comentando: “Estaba empezando a preocuparme.

Creí que no era capaz de hacer que te corrieses!” Yo le contesté que estaba agotado del día anterior y de hoy y que no sabía cuanto podría aguantar mas.

Ella, con cara compungida, me aseguró que habría dado su mano derecha por desvirgarme y pasar las primeras 24 horas conmigo. En fin, me aseguró que se vengaría y yo me preocupé. Le pedí tiempo y ella me lo concedió.

Salí del dormitorio desnudo y sudoroso y ella quedó en la cama con las medias puestas como única prenda sobre su cuerpo. Las bragas en el suelo rotas y el sujetador no sé donde pararía. Eso sí, los zapatos de tacón estaban al pie de la cama perfectamente colocados.

Me dirigí al baño a darme una ducha ligera y refrescarme, pues lo necesitaba de verdad.

Fui a mi cuarto a ponerme unos calzoncillos y me dirigí a la cocina, donde mi madre nos esperaba.

Le dije que tenía hambre y sonriendo me dijo que tendría que reponer fuerzas y “recargar la pluma, que la veo un poco reseca”, para lo que me llenó un vaso de leche. Yo reí su ocurrencia.

Me aseguró que estaba admirada de lo bien que estaba resultando todo pues, además de mi potente respuesta, se daba la circunstancia de mi total aceptación de esta experiencia y mi integración en el “círculo de intimidad” familiar, pero sobre eso quería hablar ahora con nosotros dos y precisar una cuestión básica.

Esperamos a mi hermana, que no tardó en llegar, ella desnuda como Dios la trajo al mundo. Yo ni la miré, no fuese a ser que me pidiese “algo mas de guerra”. Mi madre le dijo que se sentase a tomar un vaso de leche y que quería hablar con nosotros acerca de nuestra “relación”.

“Solo un detalle que no podemos olvidar…” .Mi hermana la interrumpió en este punto y añadió: “El sexo exclusivamente en casa”. “Efectivamente; solo en casa”, recalcó mi madre. “Es muy importante que estas prácticas se limiten a la familia, de tal modo que podremos disfrutar del sexo seguro, cuanto tiempo queramos y sin limitaciones de ningún tipo; todo está permitido, siempre que la pareja lo consienta.

En cuanto alguno de nosotros sienta que ha llegado el momento de vincularse sexualmente a otra persona, deberá informar a la familia y suspender automáticamente sus prácticas con el resto de la familia.

Posteriormente y de conformidad con todos y una vez hablado con vuestro padre, quien os confirmará cuanto os digo cuando llegue, podremos estudiar la posibilidad de integrar en este pequeño club sexual, y esta es la novedad que quería comentaros a ambos.

Parece posible que una vez superados ciertos requerimientos que pondremos a los nuevos, podríamos llamar ‘socios’, tales como certificado médico u otros que propongamos entre todos, podamos ampliar el círculo y hacerlo mas rico en cantidad y variedad, algo que creo que nos vendrá bien a todos.

Qué os parece?”. Yo no salía de mi asombro. Por si era poco lo vivido en las últimas 36 horas, ahora se añadía la expectativa de que mi futura novia, cuando la tuviese, se hartase de follar con mi padre y mi cuñado!! En fin, no sabía como tomar aquella propuesta de mi madre y me encogí de hombros indiferente por ahora. Eso sí, mi hermana encantada… no se muy bien por qué.

Eran las 1300h. Aproximadamente y mi madre preguntó: “Y bien, has terminado con tu hermano?. De ser así, podríamos bajar a tomar un aperitivo antes de comer prontito, para echarnos la siesta… los tres! Procuraré enseñaros algo inolvidable.”

Lo dijo en un tono tan picarón, que me empezó a preocupar, aunque la expectativa de follar con las dos a la vez, me creó cierta curiosidad y morbo.

A mi hermana le debió parecer como a mí y asintió, corriendo a su cuarto a vestirse. Yo hice lo propio y en 10 minutos estábamos en el ascensor.

En el bar, mi madre se mostró muy atrevida al acercarme su rodilla a mi entrepierna. Yo estaba de pie en el centro de las dos, que estaban sentadas en taburetes.

Desde esa posición, mi madre accedía perfectamente a mi bragueta y comenzó a restregarme el pene discretamente, con la conformidad de mi hermana que reía con mi sofoco. Por su parte ella, que se había puesto una minifalda que usaba con frecuencia, levantó un poco sus piernas llamando mi atención y abriéndose unos segundos, dejó ver su conejito que se encontraba al aire; es decir, no se había puesto bragas, la golfa de mi hermana.

Entre las dos me subieron la temperatura y tras tomar apresuradamente un bitter sin alcohol, salimos de nuevo para casa con unas expectativas que no sabría como definir, pero que contaré en mi siguiente historia.

Continúa la serie << Familia compenetrada

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