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¡Enséñame tú, papi! III

¡Enséñame tú, papi! III

Escuchar hablar a mi hija de esa manera me perturbaba sobre manera, ahora me estaba arrepintiendo de haber permitido que esto se nos escapara de las manos, teniéndola sentada en mi regazo con sus brazos al cuello y sintiendo el roce de sus senos y las gotas de sus fluidos vaginales que escurrían y mojaban mis muslos, era una tentación demasiado poderosa como para negarse y admitir lo obvio, mi hija me hacía enloquecer, obnubilaba mis pensamientos.

—¿Qué dices, papi! … ¿Qué estás pensando, papi? … ¿No me encuentras suficientemente linda cómo para coger conmigo, papi? …
—¡Por supuesto que no es eso, hija! …
—¡Entonces, papi! … ¡Por qué no quieres coger conmigo? … ¿Piensas a mi mami? …
—¡Es claro que tengo que pensar a ella! … ¡Es tú madre y es mi pareja! …
—¡Y es más linda que yo! … ¿verdad? …
—¡Eso no tiene nada que ver, Sole! … ¡No lo pongas por el lado de la competición, hija! …
—¡Pero yo sé que ella es más linda! … ¡Tiene más de todo y te chupa mejor que yo! …
—¡Ay! Sole, por Dios … ¡No digas boberías! …
—¡Ah! eso también … ¡ella es más inteligente que yo! … ¡es eso lo que insinúas! … ¿verdad? …
—¡No, Sole! … ¡Tú eres mi hija! … ¿Te das cuenta de eso? …
—¡Papi! … ¡Pero soy mujer! … ¡Y cuando estoy contigo me caliento! … ¡Y sé que tú también te calientas! … ¿Por qué no podemos hacerlo? … ¡Si no estuvieras con la mami! ¿Me follarías? …
—¡No uses palabras soeces, querida! …
—¡Ay!, papi … ¡Si no estuvieras con mamá! ¿Harías el amor conmigo? … ¡Responde! …
—¡Umh! … ¡Sí … creo que sí! …
—¿Me encuentras sexy? …
—¡Sí! …
—¿Me encuentras linda? …
—¡Ya te lo he dicho … eres muy hermosa! …
—¿Si hubieses conocido una chica como yo la habrías hecho tu novia? …
—¡Ya lo hice! … ¡Y me casé con ella! … ¡Es tú madre! …
—¡Ay!, papi … ¡pero no metas a mamá! … ¡No puedo competir con ella! … ¡Hipotéticamente hablando en un mundo sin mamá! … ¿Te hubieses casado con una chica como yo? …
—¡Es probable! … ¡Sí … podría haber sido posible! …
—¡Y habríamos hecho el amor! … ¿verdad? …
—¡Ya lo creo! … ¡Con lo caliente que somos tú y yo! …
—¡Entonces admites que te calientas conmigo! …
—¡Soy hombre, hija! … ¡Soy también tú padre! … ¡Estas cosas no se hacen entre padre e hija! …
—¡Sí, pero lo más bien que te comiste mi coño, me dejaste que te mamara y me masturbaste que casi me volví loca! … ¿Por qué no me enseñas lo que sigue? … ¡Estar juntos tú y yo! … ¡Un hombre y una mujer! …
—¡Umh!, hija … ¡No lo sé! … ¡Eso es incesto! … ¡Realmente tengo que pensarlo, hija! …
—¡Pero papi … si es nuestro secreto! … ¡Nadie lo sabrá jamás, te lo juro! …
—¡Pero! … ¡Umh! … ¡No ahora, amor! … ¡No ahora! …

Me fui a mi cuarto apesadumbrado, con una tremenda erección y mi cabeza hecha un torbellino, mi hija me deseaba, me seducía, usaba todas las argucias posibles para hacerme caer en su juego, desde un principio yo se lo permití sin darme cuenta de que el juego lo dirigía ella, con un tremendo dolor de pelotas me desvelé por un par de horas, pero finalmente logré conciliar sueño a dios gracias.

La mañana siguiente me levanté con esa angustia en mi pecho, ¿Cómo lo habrá tomado la Sole?, ¿Se habrá sentido rechazada?, me daba la impresión de que la casa era demasiado chica para dos almas como las nuestras, más temprano que tarde nos encontraríamos y tendríamos que enfrentar nuestra situación, después de la ducha matutina me fui a la cocina, había un agradable olor a café.

—¡Hola, papi! … ¿Cómo amaneciste? …
—¡Bien, hija! … ¡Bien! … ¿Y tú? …
—¡Me costó quedarme dormida, papi! … ¡Pero amanecí bien! …
—¡Que bueno, hijita! … ¡Que bien! …
—¡Siéntate, papi! … ¿Qué quieres desayunar? …
—¡Lo mismo que tú, hija! …
—¿Cereales, leche y quesito fresco? …
—¡Sí, hija! … ¡Está bien! …

La Sole sorprendentemente estaba hecha un amor, había vuelto a ser la afeccionada hija que había desaparecido estos últimos días, me tranquilizo su modo de comportarse y poco a poco mis sentimientos de angustia fueron dando paso a ese ambiente padre-hija que se había trasmutado recientemente en algo obsesivo.

—¡Papi! … discúlpame por lo de anoche … no estuvo bien mi comportamiento …
—¡Oh!, hija … no te preocupes … no ha pasado nada …
—¡No sé que me ocurrió, papi! … ¡Me sentía extraña! …
—¡No tienes nada de que disculparte! … ¡Todos tenemos días y días … y algunos son extraños! …
—¡Gracias, papi! … ¡Estaba preocupada por todo eso! …

Estábamos yo y mi hija frente a frente y nos dábamos fugaces miradas incómodamente, todo parecía normal pero no lo era, ella vestida con sus ajustados leggins y remera, ponía en evidencia su exuberante juventud y femineidad, ella me mostraba su ubérrima belleza de joven hembra, ella sabía como sacar partido de ella misma y me hacía notar sus atributos, pronto me encontré observándola, sus nalgas perfectamente redondas y suaves, esa cinturita delicada que descendía en amplias caderas, sus longilíneas piernas, su seno en desarrollo pero bastante notorio para una chica de su edad, en resumidas cuentas la Sole es una esplendida mujer y me lo hace ver, ella también siente como mis escurridizos ojos se posan una y otra vez en diferentes partes de su cuerpo, casi la veo sonreír maliciosamente cada vez que me sorprende mirando sus pezones o su ingle, ella sabe que la estoy casi desnudando y acariciando con la mirada, estoy seguro de que lo sabe, de pronto con un suave y felino contoneo ella se acercó a mí, su muslo rozando mi muslo.

—¡Papi! … ¡Me doy cuenta de que no podemos tener relaciones! … ¡Pero podemos tener algún jueguito de vez en cuando! … ¿verdad, papi? …
—¡No lo sé, hija! … ¡No lo creo apropiado! …

La Sole estaba tan cerca de mi que sus pezones punzaban mi brazo, miré sus senos y me percaté de que no llevaba sujetador, la remera se pegaba a sus dos mamas delineando sus redondeces.

—¡Que! … ¡Que quieres, hija! … ¡Explícate mejor! …
—¡Papi! … ¡Tú me estabas enseñando cositas! … ¿Por qué no me enseñas otras cosas más? …
—¡Pero Sole! … ¿Vamos a volver a lo mismo? …
—¡No, papi! … ¡Me comportare bien! … ¡Te lo juro, que lo hare! …
—¿Y que más podría enseñarte yo, hija? …
—¡Me da gusto que podamos hablar tu y yo, papi de todas estas cosas … debo decirte que estoy muy agradecida y orgullosa de ti … eres un papá modelo y moderno! … ¿Qué me dices de los juguetes de mamá? …
—¡Pues que son de ella! …
—¡Ay, papi … no te hagas! … ¡Sabes de que estoy hablando! …
—¡A decir verdad, hija … no lo sé! … ¡No se donde quieres llegar! …
—¡Papi! … ¡Tú eres especial! … ¡Te has comido mi almejita! … ¡Me has masturbado! … ¡Me has procurado unos maravillosos orgasmos! … ¡Enséñame a disfrutar sin tener relaciones explicitas! …

¡Eres mi padre! … ¡Solo en ti puedo confiar! … ¡Eres mi enseñante, mi consejero, mi guía … papi, eres mi príncipe! … ¡Enséñame tú, papi! …
La Sole me tenía al borde del precipicio y me hacía ver cuanto sería bello saltar al vacío, cada palabra suya me hacía apreciar más la belleza del abismo, cerré mis ojos y me dispuse a saltar.

—¡Que quieres saber de esos juguetes, hija! …
—¡Cómo son, papi! … ¡He visto solo algunos en fotografías! … ¡Nunca he tenido uno en mis manos! … ¡Muéstrame tu papi! …
—¡Bueno están en el dormitorio! …
—¡Papi, déjame asear y ordenar la cocina! … ¡Luego vengo yo a tú dormitorio! …
—¡Cómo tú digas, hija … te espero! …
—¡Sí, papi … anda y espérame! …

Me levante con una notoria protuberancia en mis shorts, la Sole me miro y me dio una maliciosa sonrisa, pero no dijo nada, se alejó cimbrando sus caderas ostentosamente.

Me fui a mi dormitorio algo arrepentido, pero ansioso de ver nuevamente las exquisiteces de mi hija, nuevamente la cabeza de abajo prevalecía sobre la de arriba, me senté al borde de la cama a reflexionar y tratando de concentrar mi atención en el aspecto didáctico, le iba solo a enseñar algo sobre algunos de los juguetes sexuales de mi esposa, nada más que eso, eso y nada más.

—¿Puedo entrar, papi? …
—¡Entra! … ¡Entra, está abierto! …

La Sole entró con una actitud tímida e inocente, casi vergonzosa, sus manos cruzadas delante de su regazo y lentamente se acercó a mí.

—¡Papi! … ¡Tengo mi conchita húmeda y no quiero mojar mis leggins! …
—¡Pues, sácatelos! …
—¡Sí, papi! … ¿puedo? …
—¡Sí … ponte cómoda! …

Me dio la espalda y luego se deshizo de sus zapatillas, después contoneando sus caderas comenzó a deslizar hacia sus tobillos los leggins, vestía una minúscula tanga que quien sabe dios de donde la sacó, un hilo dental se perdía entre sus dos maravillosas nalgas, se agacho y exhibió la hendedura húmeda de su conchita, ¡mi Dios!, ¿Sabe o no sabe, lo que está causando en mí?, mi sangre comenzaba a entrar en ebullición y tenía una especie de carpa de circo en mis shorts.

—¡Papi! … ¡Tú cosita! … ¿Estás caliente, papi? …
—¡Ay!, hija … soy hombre y a veces a los hombres nos pasan estas cosas … además, que tu eres muy linda, mi amor …
—¡Uy!, papi … eres tan lindo … no hay nada de que avergonzarse … es cómo dices tú, algo natural, papi … tú me lo has enseñado …

La remera de la Sole a duras penas contenía sus duros pezones, estos se enredaban en la delgada tela forzándola a deslizarse hacía arriba, casi se veía su ombliguito.

—¿Sabes, hija? … ¡Esta bien que conversemos ciertos temas con total libertad, pero lo que me preocupa es que nos hemos puesto a compartir algunas cosas con demasiada cercanía, hija mía! …
—¡Lo entiendo, papi! … ¡Sé que tratas de protegerme! … ¡Pero estoy en la edad en que se despierta la curiosidad por las cosas de la vida! … ¡En el Cole hablamos entre las chicas y se dice cada bobería que ni te imaginas! … ¡Por eso recurrí a ti, papa! …
—¡Te agradezco tu confianza, hijita! … ¡Trataré de hacerlo lo mejor posible! … ¡Cierto que haré todo lo que sea necesario para ayudarte en tu desarrollo! …
—¡Estoy segura de que lo harás, papi! … ¡Eres mi héroe! …
—¡Ya no le pongas tanto! … ¿En que estábamos? …
—¡En los juguetes, papi! …
—¡Ah, Sí! … Tu madre los tiene en una bolsita en su armario … espera mientras los traigo …
—¡Sí, papi! …
—¡Aquí están! …

Agarré la bolsa y la di vuelta sobre la cama, cayeron seis artilugios de diferentes tamaños, formas y colores.

—¡Ay, papi! … ¡son hartos! … ¡Uy!, mira este de color negrito lo grande que es … parece un pene grande como el tuyo, papi … ¡Oh!, papi … mira este otro con un corazoncito en un extremo y tan puntiagudo en el otro! … ¿Cómo se llama este, papi! …
—¡Ah! … ese … ¡Umh! … ese es un plug anal …
—¡Un qué! …
—¡Un plug anal! … ¡Se inserta en el culito … ya sea para masturbarse o mientras se tienen relaciones con la pareja! …
—¿Y a la mami le gustan todas estas cosas? …
—¡Tú madre es una mujer muy especial, ingeniosa, fantasiosa y complementa mi vida totalmente! …
—¡Oh! … ahora entiendo por qué la quieres tanto … ¡Ya quisiera yo ser como ella! …
—¡Lo serás, hija! … ¡Estoy seguro de que serás como ella! … ¡Ya posees su belleza! …
—¡Gracias, papi! …

Me distraje apenas unos segundos y la Sole se despojó de su tanga, estaba con sus muslos abiertos al máximo y trataba inútilmente de meter en su chocho una gruesa verga negra.

—¡Ay!, Sole … ¿Qué estas haciendo? … ¡Eso es muy grande para ti! …
—¡Pero papi! … ¡Sí la mami puede, yo también puedo! …
—¡No trates de ser tu madre … sé tu misma! … ¡Eres todavía pequeña, cariño! … ¡Ah! … falta uno …
—¡No, papi! … ¡No había más! … ¡Estos eran todos! …
—¡No! … ¡falta uno que tu mami tiene en su velador! … ¡Es un vibrador grande! … ¡Veamos por aquí¡¡Aquí está, éste es! …
—¡Uy!, papi … ¡Que grande que es¡¡Tiene un mango largo y una cabezota grande! … ¿No me digas que la mami puede con todo esto? …
—¡No, tesoro! … ¡Ese tú mami lo compró para el dolor de espalda! … ¡Pero jamás la he visto usarlo para eso! … ¡Vamos a empezar justo con ese, cariño! …
—¡Pero no me duele la espalda, papi! …
—¡No importa … yo te enseñaré a usarlo! …
—¡Sí, papi! … ¿Quieres que me saque mi remera, papi? …
—¡Sí vas a estar más cómoda … sácatelas! …

La Sole se arrodilló y se saco la camiseta por su cabeza sus hermosos y túrgidos senos se cimbraban majestuosos y enhiestos desafiando la ley de gravedad.

—¡Papi, tú estás con tu cosa durita! … ¡Ponte cómodo … sácate esos shorts! … ¡Así podemos tocarnos! …
—¡Está bien … pero nada de tocacíones, hija! …
—¡Ay!, papi … no seas pesado … tu te tocas solito y yo me toco solita … pero estamos juntitos, papi …
—¡Eso sí! …

Me quité mis shorts y boxers bajo la atenta, ávida y codiciosa mirada de mi hija, miro por largo rato mi pene, mientras lamía y relamía sus labios, luego se interesó en los juguetes.

—¡Mira Sole! … ¡Este aparato se usa nada más apoyándolo sobre el área que quieras excitar! … ¡Si quieres excitar tú conchita, lo apoyas así! …
—¡Guau! … ¡Se siente rico altiro! … ¡Uuuummmmhhhhh! … ¡Papi, pero que rriiiicooo! …

La sensible conchita de la Sole comenzó inmediatamente a sentir las sensaciones y el cosquilleo que el grande vibrador le proporcionaba directamente a su clítoris, abrió sus piernas y con lascivas miradas bajo sus manos para abrir su chocho, se estaba mordiendo el labio inferior mientras gemía y se contorsionaba, moviendo rítmicamente su pelvis como follando con el vibrador.

—¡Uy! … ¡umhg! … ¡umpf! … ¡umhg! … ¡oooohhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Mételo más adentro, papi! … ¡Ssiii! … ¡Asiii papito! … ¡muévelo más rápido, papi! … ¡Oooohhhh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Papi, que me viene! … ¡Oooohhhh! … ¡Oooohhhh! … ¡Oooohhhh! …

Una vez más la Sole se corría a mares, incontrolablemente corcoveaba sobre la cama abriendo y cerrando sus muslos, no pude contenerme más y comencé a pajearme viéndola gozar demencialmente, sus gemidos eran como un trino sollozado, apunté mi verga hacía sus tetas y me corrí salvajemente con una media docena de potentes chorros sobre su pecho, ella sin abrir los ojos comenzó a espalmar mi semen por todo su cuerpo, luego me derrumbé a su lado, ambos quedamos inertes, solo el sonido de nuestras agitadas respiraciones rompía el augusto silencio reinante en la habitación.

—¡Otra vez me bañaste con tu semen, papi! …
—¡Sí, hija! … ¡Es más fuerte que yo! … ¡si estoy eyaculando junto a ti, no resisto el no bañarte tus senos y tu vientre con mi esperma! …
—¡Pero a mí me gusta, papi! …
—¡Genial entonces! …
—¿Y por qué no me penetras, papi? …
—¡Hija, por Dios! … ¡Quedamos en que no hablaríamos de eso! …

Noté la sombría cara de mi hija al sentirse rechazada por una segunda vez, el brillo en sus ojos se atenuó y en mi interior me sentí mal, pero seguía convencido de que debía actuar de ese modo para mantener la situación bajo control, ella me dominaba con todos sus encantos, pero yo soy el adulto y debo mantener un poco de cordura en esta extraña y loca relación que habíamos establecido Soledad y yo, de lo que estaba seguro es que ella no cejaría en su empeño, así que debía estar atento a no dejarme sorprender impreparado.

Luego de un rato Soledad se fue a su cuarto un poco consternada, me dejó reflexionando y con sentimientos de culpabilidad por no dar a mi hija toda la felicidad que ella requiere, pero lo que me estaba pidiendo era un imposible, solo que en este mundo querer es poder, la carne es débil y yo estaba cierto que los agrietados muros de mi virtuosidad, ya tambaleaban y crujían presagiando el abatimiento, me sentía de luchar una batalla perdida de antemano, porque también yo la deseaba, pero no podía acceder de buenas a primeras.

Por algunos días no sucedió nada entre ella y yo, mi esposa estaba viniendo casi a diario un par de horas en que disfrutábamos nuestra mutua compañía matrimonial y mi verga recibía su cuota de satisfacción por parte de mi mujer, la Sole estaba un poco taciturna y se dedicaba a estudiar con ahínco, ya que estaba en periodo de pruebas y exámenes.

La salud de mi suegra se anduvo agravando y esto resintió en la libido de mi mujer, ya que debía esmerarse más en el cuidado de su madre, la preocupación por la enfermedad de mi suegra se hacía sentir y nuestra actividad sexual fue mermando, las veces que regresaba a casa estaba abatida y cansada, yo inconscientemente pensaba a mi hija y a las tardes en que juntos habíamos disfrutado de sexo sin penetración, pero muy placentero, estaba deseando repetir esa sensación, apenas mi esposa se fue a casa de su madre, yo me fui al baño, la Sole estaba donde su amiga Luisa, busque en el cesto de la ropa sucia y encontré su diminuto tanga rojo, me senté en el inodoro y con las fotografías que le había tomado con anterioridad, empecé a autosatisfacerme, una buena a paja en honor a las beldades de mi hija, me corrí en modo bestial y empapé su tanga con mi esperma, luego lo deposité otra vez en el cesto.

Como a la media hora la Sole regresó y pasó casi directo al baño, ahí fue cuando recordé de haber dejado su tanga roja sobre la ropa sucia en vez de meterla hacia el fondo donde yo la había encontrado, con cierta preocupación y aflicción esperé que la Sole saliera del baño y me fui a esconder las pruebas de mi conducta inapropiada, acezando abrí la tapa del cesto y la tanga ya no estaba, en ese mismo instante comenzó mi martirio y mi calvario, me eche la cruz al hombro y comencé a expurgar mi culpa, ¡Cómo puedo haber sido tan descuidado!

Con ese peso sobre mis hombros me fui a mi oficina “temporal” a trabajar un poco y olvidarme de la bochornosa situación en la que me había metido, a los pocos minutos entró mi hija. Vestía una vieja remera en desuso de mi propiedad, le cubría hasta medio muslo, se dio una vuelta como modelando, yo la miraba intrigado y hechizado por su belleza.

—¡Hola, papi! … ¿Te gusta? …
—¡Sí, hija! … cualquier cosa tú te pongas te ves regia estupenda …

Se paro al costado de mi escritorio y lentamente subió la remera descubriendo sus maravillosos muslos y luego … su tanga roja, ¡Se había puesto la tanga roja que yo había embadurnado en semen!, todavía se notaba la humedad en esa, hasta un poco arrugada se veía.

—¡Papi! … ¡Te has comportado mal sin mí! … ¡No sabes que mis senos están reservados para esto que has depositado en mis bragas, papi! … ¡Eres un chico malo! … ¿Cómo puedes resarcirme, papi? …
—¡Hija, espera! … ¡yo … yo no quería hacerlo … pero son varios días que tu madre y yo no tenemos ningún encuentro de pareja y … bueno … me vino el deseo al encontrar tus bragas en el baño! … ¡No pude evitarlo! … ¡Discúlpame! …
—¡Papi! … ¿Me dejas usar el masajeador de espalda de la mami? … ¿Creo necesitarlo y hacer lo mismo que hiciste tú? …
—¿Te vas a masturbar, hija? …
—¡Sí, papi! … ¡La humedad de mis bragas dice que estoy caliente, papi! …
—¡Pues ve a buscarlo … está en su velador! …
—¡Sí, papi! … ¡Pero ayúdame por que no lo sé usar! …
—¿Quieres que venga contigo, hija? …
—¡No, papi! … ¡solo enséñame como se usa … después lo haré yo solita! …

Me estaba dejando de lado, me estaba humillando, me estaba castigando, me hacía sentir mal y lo estaba haciendo a sabiendas, creo que me lo merecía, fui a buscar el masajeador y le enseñe lo fácil del manejo, sin bajarse la remera y con sus nalgas al aire se fue rauda a su cuarto, para que decir, no pude trabajar más, desde su habitación llegaba el zumbido sordo del masajeador y los quejidos y gemidos de ella, hasta gritaba como una posesa, cerca de una hora tuve que soportar sus chillidos y aullidos de gata, en ningún momento cerró la puerta y yo afortunadamente en ningún momento hice amago de irme a fisgonear su lascivia y lujuria, pero los sonidos quedaron grabados en mi mente.

Por algunos días nos mantuvimos distanciados ella y yo, solo nos reuníamos a los horarios de las comidas y nada más, ella continuaba masturbándose con la puerta abierta y sabía que yo escuchaba cada uno de sus quejidos, gemidos y sollozos, pero me mantenía firme sin darle satisfacción alguna, ella se sabía fuerte y con ventajas sobre mí, debido a mi natural calentura, pero esta vez me hice fuerte y resistí todas sus provocaciones.

Esa mañana me levanté y una vez más sentí en el aire el exquisito aroma del café fresco, con cierta desconfianza me fui a la cocina, Soledad estaba de espalda vestida normal, sin ropajes ajustados y reveladores, vino hacia mí y me beso en la mejilla.

—¡Hola, papi! … ¿Quieres comer algo especial? …
—¡Sí, hija! … ayer tú mami trajo quesito de cabra … me encantarían unos huevos con ese queso … ¿Crees poder hacerlos? …
—¡Debo primero derretir el queso y después echarle los huevos! … ¿verdad? …
—¡Así es, hija! … ¡Te lo agradezco! …

Mientras cocinaba mis huevos con queso, ella canturreaba a murmullos y de repente silbaba una melodía, me parecía haber regresado a la normalidad y esto me llenaba de satisfacción, otra vez tenía yo las riendas del carro o por lo menos era lo que yo pensaba.

—¡Papi! … ¿Te enojaste conmigo! …
—¡No, hija! … para nada …
—¡Pero te siento lejano y como que me evitas, papi! …
—¡Son ideas tuyas, cariño! … ¡Pero admito que me he sentido preocupado! …
—¡Y por qué, papi! … ¿Te molesta si me masturbo con la puerta abierta? …
—¡No, hija! … ¡Estando solos tu y yo en la casa … no es necesario que la cierres! … ¡Yo respeto tú intimidad! …
—¡Entonces, papi! … ¿Por qué no vienes a ayudarme, enseñarme y hacerme compañía? … ¡Yo sé que a ti te gusta eso, papi! …
—¡Por que no es lo apropiado, hija! …
—¡Pero si es un secreto entre tú y yo, papi! … ¡A mi edad, papi! … ¡Yo necesito de ti! …
—¡Tal vez sí, hija! … ¡Pero no debemos confundirnos! …
—¡Cierto! … ¡Cierto, papi! …

Nos quedamos en silencio consumiendo nuestros alimentos y yo respire aliviado pensando de haber recuperado la cordura y el control de los acontecimientos, me llenaba de orgullo el haber tenido la sensatez y habérsela impuesto a mi hija, era lo que debía hacer un padre como se debe.

La tarde transcurrió en paz, no hubo zumbidos, ni gemidos, ni quejidos, mi mujer vino a cambiarse de ropa y se fue otra vez donde su madre, la casa estaba en paz, improvisamente pasó por mi mente, “Y si esta fuera la paz que precede la tormenta”, inquieto me fui a trabajar, Soledad estaba en su cuarto, alguna suave melodía venía de su habitación, no había sobresaltos y ya nada podía pasar, me fui a acostar acompañado de esta quietud tranquilizadora, mañana será otra jornada.

Sentí mi cama que se movía, mi mujer no puede ser, me giré y vi a Soledad arrodillada con su pijama clásico, blusón y pantalón nada de erótico esta vez, me parecía una niña desvalida.

—¡Papi! … ¡Hay truenos estruendosos! …
—¡Hija! … ¡Es solo un frente de mal tiempo que luego pasará! … ¡Nada debes temer! …
—¡Tengo terror, papi! … ¡Déjame quedarme hasta la mañana! … ¡No te molestaré! … ¡Puedes continuar a dormir! …
—¡Está bien, hija! … ¡acomódate! …

No se demoró ni cinco minutos en moverse centímetro a centímetro hasta quedar con sus tetas presionando mi espalda, un imperceptible escalofrío recorrió mi espina, pero estoy seguro de que ella lo percibió, pues termino aplastando sus esponjosos pechos en mi espalda, traté de no perturbarme, pero era imposible teniendo a mi seductora hija en mi cama haciéndome sentir su exuberante femineidad, calmé mi respiración y fingí dormir.

—¡Papi! … ¿Te has quedado dormido? …
—¡Estoy tratando, hija! …
—¡Papi! … cuando te masturbaste con mis bragas rojas … ¿Estabas pensando en mí? …
—¡Duerme, hija! … ¡Que mañana será un día extenuante! …
—¡Por qué yo si lo hago, papi! … ¡Cuando me toco mi conchita, pienso en ti … solo en ti, papi! … ¿Te pasa lo mismo a ti, papi? …

La mano de la Sole se metió bajo mi pijama y comenzó a tocar mis pectorales, sentí que su zona pélvica se movía como si quisiera follar, ¡ayúdame, mi Dios!

—¡Papi! … ¡Está bien que te hayas corrido con mis bragas! … ¡Me hizo excitar, papi! … ¡Yo también me corrí, papi! … ¡Varias veces! …

La mano de la Sole dibujaba la redondez de mi ombligo y se insinuaba en mi vientre, mi verga se endureció y ya no había forma de volver a dormir, cuando comenzó a juguetear con mis vellos púbicos, la detuve colocando mi mano sobre la de ella.

—¡Papi! … ¿Tienes la polla dura ahora? …
—¡Se acabaron los truenos cariño! … ¿Por qué no regresas a tu cama? …
—¡Pero contéstame, papi! … ¿Tienes la polla dura? …
—¡Lo sabes que sí, jovencita! …
—¡Uy, que rico, papi! … ¡Yo tengo mi conchita mojadita! …
—¡Entonces vuelve a tu cama, hija! …
—¡Ay!, papi … no … déjame quedarme aquí contigo …
—¡Solo si prometes estarte quietecita y no usar ese procaz lenguaje que has estado usando! …
—¡Sì, papi! … ¡Te lo prometo! …
—¡Y hazte un poco más allá … ocupa tú propio espacio! …
—¡Sí, papi! … ¡Está bien! …

La Sole se quedó tranquila y callada, se sentía bien tener a una mujer a mi lado, no importaba que fuese mi hija, hubiese querido estirar mis manos, desnudarla y poseerla, pero hasta ahora había logrado resistir y era mi deber continuar resistiendo, al cabo de un rato logré al fin conciliar el sueño.

Era ya de mañana, un leve velo de luz comenzaba a disipar la obscuridad, mi cama se estaba meciendo, pensé fuese un temblor, pero el movimiento no cesaba, rítmicamente continuaba, allí me recordé que estaba durmiendo con mi hija.

—¡Sole! … ¿Qué estás haciendo! …
—¡Papi! … es más fuerte que yo …
—¡Pero, tú! … tú …te estas …
—¡Sí, papi! … ¡me estoy masturbando! …
—¡Pero hija por Dios! … ¿Qué son estas cosas? …
—¡Es natural, papi! … ¡Tú me enseñaste que era algo natural! …
—¡Sí, hijita! … pero no puedes … no podemos …
—¡Espera un poquito, papi! … ¡Estoy por correrme! … ¡No me distraigas! …

La obscuridad de la habitación no me permitía ver claramente los movimientos de mi hija, pero sus gemidos y quejidos, apuntaban a que estaba realmente masturbándose en mi cama, sentí que dio una patada al cobertor y un inequívoco olor a vagina inundó la pieza.

—¡Me estoy masturbando, papito rico! … ¿Por qué no me ayudas y lo haces conmigo? … ¡Yo sé que tú quieres hacerlo, papi! …
—¡No, hija! … ¡no, quiero! …
—¡Si quieres, papi! … ¡Yo sé que tu polla está prohibida para mí, pero igual pienso en ella, papi! … ¡Pienso en ti cada vez que me masturbo! … ¡Y sé que tú también lo haces! … ¡córrete conmigo, papi! … ¡Saca tu hermosa polla y mastúrbate conmigo! … ¡regálame tu lechita en mis tetas, papi! …

Algo en mi me decía de negarme, de mantenerme fuerte, quería ser el padre ejemplar que hasta el momento no he sido, en cambio sucumbí a la concupiscencia de mi hija, me arrastraba como un rio en llena, todos mis valores barridos por este aluvión de lujuria y perversión, me bajé mí pijama y comencé a magrear mi pene en modo salvaje.

—¡Tócate, papi! … ¡dame tu lechita! … ¡Hazlo por mí, papi! …

La claridad del día comenzó a esclarecer las penumbras de la habitación y lograba ver vagamente la blanca piel de mi hija, su vientre plano, sus muslos y escuchaba el chapoteo de sus dedos entrando y saliendo de su concha, ella también trataba de verme a mí.

—¿Lo estas haciendo, papi? … ¿Lo estás haciendo por mí, papi? …
—¡Sí, hija! … ¡Sí! … ¡Lo hago por ti! …

Con un hilo de voz, fue lo único que pude decir.

—¡Que feliz me haces, papi! … ¡Ahora, papi! … ¡Córrete conmigo! … ¡Báñame toda, papi! … ¡Piensa que me están rompiendo mi coño pequeñito y virgen, papi! … ¡Hazlo como cuando te masturbas con mis bragas, papi! … ¡Vente en mí! …

No podía creer que lo estaba haciendo otra vez, mis principios se habían ido a la mierda, la esfumada figura del cuerpo de mi hija me tenía subyugado, sin voluntad, ella me dominaba y controlaba, más parecía una marioneta en sus manos, ella movía los hilos y yo actuaba de consecuencia.

—¡Controla tu lenguaje, chiquilla! …
—¡Ay! papi … era tanto tiempo que no lo hacíamos … te echaba de menos, papi … todas las tardes me follaba el coño pensando a ti, papá … ¡Cómo tú lo hacías masturbándote con mis bragas! … ¿Te has masturbado otras veces por mí, papi? …
—¡Sí, hija! … ¡Lo he hecho más de una vez! …
—¡Uy!, que rico, papi … me vas a hacer acabar, papito …

Se mantenía en la habitación la tenue penumbra del amanecer, ese velo me daba una falsa seguridad, me sentía un poco en el anonimato, como que no era yo el que estaba pajeándose impúdica y demencialmente al lado de su hija, escuchándola gemir y chillar me tenía al borde de una enésima acabada.

—¡Lo sabía, papi que lo hacías pensando en mí! … ¡Lo sé que te niegas a penetrarme, papi! … ¡Lo sé y no lo entiendo! … ¡Lo sé que también tú lo deseas, papito! … ¡Dime que te gustaría meterme tu verga, papi! … ¡Dímelo! … ¡Quiero escucharlo, papi! … ¡Sí quieres que me corra ahorita mismo, dímelo! … ¡Dímelo! …

Escuchar las lujuriosas suplicas de mi hija, fue más de lo que podía soportar, mi pene comenzó a expulsar borbotones de denso semen, apunté al cuerpo de mi hija e increíblemente una gutural voz salió de mis labios:

—¡Toma! … ¡Aquí tienes mi semen! … ¡Es todo para ti! … ¡Quiero romperte el coño! … ¡Quiero llenarte tu concha con mis semillas! … ¡Quiero poseerte! … ¡Oooohhhh! … ¡Ssssiiii! … ¡Te romperé tú coño bendito! …
—¡Ssssiiii! … ¡Que rico, papito! … ¡Urgh! … ¡Aaarrrggghhh! … ¡Ssssiiii, papito … que me viene! …

Mi hija se revolcaba y contorsionaba delante a mi verga que la bañaba toda, todavía retumbaban en mi cabeza las palabras que había expresado, todavía sentía esos sonidos lejanos, los dije o no los dije, estaba embobado, estaba poseído, había sobrepasado el límite, al menos a palabras, me vino en mente “Esclavo de tus palabras y Amo de tus silencios”, creo que me había convertido en esclavo, cautivado por mi hija.


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