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Con un ejecutivo

Me pidió que llegara preguntando por el como si yo fuera un viejo camarada de su juventud. Ta bueno, le dije, a que horas. Después de la comida. Comí de volada y me dirigí a las oficinas que, por cierto, eran muy lujosas.

Preñado por el sintecho

Dios, menudo pedazo de salchicha que se gastaba el muy cabrón, todavía no estaba empalmado de todo y ya tenía una verga mucho más grande y gorda que la mía. Empecé a acariciarla, pudiendo comprobar lo suave y caliente que la tenía. La descapullé y acaricié con mucho mimo a la vez que con la otra mano le iba acariciando los huevos.